Como regla general, no existe una diferencia real entre el consumo de energía del cerebro cuando está "trabajando duro" (necesario para pensar intensamente acerca de aprender algo nuevo o resolver problemas complejos) y el consumo de energía de un cerebro en reposo. ¿Qué hace el cerebro con toda la energía restante?
Antes de la llegada de la era de las imágenes, se pensaba que la actividad cerebral en reposo era un tipo de "ruido blanco", difuso, desorganizado, aleatorio e insignificante. Pero nuevas investigaciones indican la existencia de una red cerebral que está siempre activa, y su actividad es más vigorosa precisamente cuando otras partes del cerebro están en reposo.
Hoy en día, hay cada vez más evidencia de que existe más de un nivel de conciencia, además del que está activo durante una tarea definida, y además del que está activo durante las reflexiones no intencionales (pensamiento espontáneo que no está relacionado con estímulos ambientales externos). Aparentemente hay otro nivel de conciencia, completamente desconocido, "de conversaciones” que tienen lugar en algún lugar de un mundo interno, desconectado, entre las diversas redes cerebrales y ellos mismos. Giulio Tononi, uno de las principales investigadores del cerebro del mundo, describe el descubrimiento de una nueva red funcional como "el descubrimiento de un nuevo continente". Es decir: un mundo nuevo en el que no tenemos idea de cuántas capas de profundidad y sorpresas hay en él.
En nuestras fuentes de la Torá, se señala que el alma reside en el cerebro y desde allí, probablemente a través del sistema nervioso, sus efectos se propagan a todo el cuerpo. El cerebro puede considerarse como una central que conecta dos entidades diferentes o como una «interfaz» alma-cuerpo.
El alma en sí misma, es de hecho multidimensional. Tiene capas de profundidad espiritual, una más profunda que la otra, hasta el punto de que "se le dieron cinco nombres: Nefesh, Ruaj, Neshamá, Jaia y Iejida". Sus niveles superiores (Jaia y Iejida) son independientes del cuerpo, y tienen una conciencia “superior” que es incomprensible para las partes más superficiales del alma (aquellas que sentimos como “yo”). Estos niveles superiores trabajan constantemente y “mantienen” la parte inferior del alma, que sólo tiene conciencia de sí misma a través del cerebro biológico.
¿Qué aprendemos de la conciencia subconsciente? ¿De un “yo” que no me resulta familiar? ¿Quién es este “yo” en comparación con ese “yo” misterioso y desconocido? ¿Cómo se “siente” ese “yo supremo” oculto? ¿Qué sabe él?
Las respuestas a todas estas preguntas legítimas nos serán reveladas de una vez por todas, con la irrupción de la Redención. De pronto estaremos expuestos a un nivel de existencia y conciencia que es infinitamente más brillante que el oscuro al que hemos estado acostumbrados durante toda nuestra vida. La luz infinita de Hashem, Bendito Sea, inundará todos los rincones oscuros de una vez y todas las preguntas se disolverán.
Mientras tanto, ese “yo” trascendente nos proporciona una fe firme y una voluntad de autosacrificio, incluso cuando no hay una conciencia manifiesta de judaísmo. Éste es el punto judío, la chispa Divina, también llamada la "chispa del Mashíaj", que se encuentra en cada alma de un hijo de Israel.
