En 1911, Ernest Rutherford produjo un avance significante cuando descubrió el núcleo atómico, demostrando que toda la materia está compuesta por las mismas partículas básicas. A pesar de sus propiedades muy diferentes, todos los materiales comparten una estructura subyacente común. Este descubrimiento profundizó la comprensión científica de la unidad inherente a la creación de la existencia.
El profesor Richard Feynman, quizás el más grande científico después de Einstein, dijo en la década de 1980: "El hecho de que existan reglas en todo... es una especie de milagro; que sea posible encontrar una regla, como la ley del cuadrado inverso de la gravitación, es una especie de milagro".
La mente humana tiene tendencia a explorar, a llegar a lo más alto y a encontrar patrones y significados. Sin embargo, precisamente por nuestra naturaleza investigadora, debemos tener cuidado de proteger la mente para que no se desvíe en una dirección no constructiva.
En un Maamar (discurso jasídico), el Rebe de Lubavitch señala que hay dos tipos de corrales, con techo y sin techo. Para proteger animales grandes como caballos o vacas, un corral sin techo es adecuado. Pero para proteger pájaros, el corral debe tener techo, porque de lo contrario volarían.
En el plano espiritual, los animales grandes y corpulentos representan el alma animal. Sus necesidades son muy básicas y sus aspiraciones son muy menores. Sin embargo, las delicadas aves representan el alma intelectual. Así como las aves, por naturaleza, intentan volar cada vez más alto, también el intelecto humano intenta elevarse por encima de sus limitaciones. ¡Esta tendencia también debe ser vigilada!
La protección del intelecto humano es la conciencia de que no puede comprenderlo todo, y aunque detecte un destello de lo espiritual, su comprensión siempre será incompleta, porque la realidad espiritual es infinita y el intelecto y la lógica son ambos limitados.
El Tzemaj Tzedek, el tercer Rebe de Jabad, explica que la fe y el intelecto funcionan en una espiral ascendente: Llegamos lo más lejos posible con el intelecto y luego la fe toma el control. A medida que crecemos, nuestra comprensión integra lo que antes estaba más allá de nosotros, lo que nos permite alcanzar un nivel de fe más elevado.
La ciencia, en su búsqueda de los orígenes del universo, refleja este esfuerzo intelectual. Si bien puede comprender que la creación surgió de la nada, no puede comprender completamente cómo. A medida que nos acercamos a la Era del Mashiaj, la sabiduría mundana, incluida la ciencia, se elevará para revelar la presencia del Creador, profundizando nuestra comprensión de la Torá y convirtiéndonos en parte de ella.
Basado en un ensayo del profesor Shimon Silman
