Científicos han descubierto recientemente que el cerebro humano emite diminutas ráfagas de luz. Conocidas como emisiones de fotones ultradébiles (EPU), estas partículas de luz son tan tenues que son invisibles a simple vista, pero brillan continuamente en los tejidos vivos. Además, entre todos los órganos del cuerpo, el cerebro es el más activo metabólicamente y el que más luz emite. Esta luz no es solo radiación térmica del calor corporal. Está vinculada a la actividad cerebral: Fotones liberados cuando el cerebro piensa, procesa e imagina. Resulta curioso que los patrones de luz cambien cuando las personas realizan diferentes tareas mentales. La mente humana no solo brilla con inspiración metafórica; brilla con luz literal.
Aún no está claro qué propósito cumple esta luz. ¿Ayuda de alguna manera al cerebro a procesar información? ¿Envía señales de una célula a otra? Tampoco se sabe qué tan lejos viajan estos fotones. ¿Se absorben en el cerebro o se dispersan? A pesar de todas estas incógnitas, los científicos han hecho un descubrimiento asombroso. Se sabe desde hace mucho tiempo que el cerebro se comunica mediante impulsos eléctricos. Ahora sabemos que también emite luz.
Durante milenios, la luz ha servido como metáfora de la conciencia y la percepción humanas. En el pensamiento jasídico, la chispa inicial de inteligencia se llama "Barak HaMaBrik", un relámpago repentino y deslumbrante. Este breve destello se expande y moldea mediante la facultad mental de Biná, entendimiento, que desarrolla la chispa en todos sus detalles.
En nuestro estado actual de conciencia, nuestro intelecto es limitado. Podemos tener una vaga percepción de la Luz Divina Infinita que rodea el universo. Sin embargo, salvo breves destellos de inteligencia, esta luz rara vez penetra nuestra niebla mental. Requiere un esfuerzo tremendo aferrarse a estas chispas y desarrollarlas hasta alcanzar la plena conciencia.
Esto se logra mediante el estudio de la Torá, que permite que nuestro cerebro humano finito se convierta en un canal para la sabiduría infinita de Hashem. Cuando una persona estudia Torá, todo su cerebro brilla con un resplandor Divino. Ahora sabemos que la materia física del cerebro también brilla.
Cuando llegue el Mashíaj, la mente humana alcanzará su máximo esplendor. Nuestro estudio de la Torá alcanzará un nivel completamente diferente y comprenderemos profundidades que antes no eran accesibles.
El profeta Ieshaiahu (11:9) dice: "La tierra se llenará del conocimiento de Hashem como las aguas cubren el mar". En ese momento, todas las chispas ocultas de Divinidad, incrustadas en el mundo físico, dejarán de ser tenues o misteriosas. Se revelarán plenamente y se unificarán con la luz de Di-s que anima toda la existencia.