En cada festividad, toda la población judía ascendía al Sagrado Templo en Jerusalem (Beit HaMikdash), para celebrar juntos las tres festividades Pesaj, Shavuot y Sucot. Contrario a la creencia popular, el Sagrado Templo no estaba situado en la cima de la montaña, sino en una meseta en el medio de esta. El propósito del Templo no es ser un lugar encumbrado al cual nos retiramos a fin de escapar a la realidad, sino un lugar de
intensa energía espiritual que impregna a toda la experiencia humana con luz. Si el Templo hubiese estado situado en la cima de la montaña, podríamos haber tenido la errada idea de que la espiritualidad judía se trata de escapismo. El estar en la meseta nos transmite la idea de descubrir la belleza oculta del interior de nuestra terrenal realidad y con ello cumplir el deseo Divino de alojarse en este mundo.
(De las enseñanzas del Rebe de Lubavitch)
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