El ajolote es una criatura pequeña y fascinante, un tipo de salamandra acuática originaria de México. Lo que realmente lo distingue es su increíble capacidad de regeneración. Si pierde una pata, una cola o incluso partes de su columna vertebral o cerebro, puede regenerarlas, como nuevas.
Los científicos han estado intrigados por esta capacidad desde hace tiempo. Un estudio reciente publicado en Nature Communications ha descubierto una pista clave. Cuando un ajolote se lesiona, sus células experimentan una transformación notable llamada desdiferenciación: Vuelven a un estado similar al embrionario, despojándose de su identidad anterior. En este estado, pueden recibir señales de una molécula llamada ácido retinoico, que ayuda a guiar el recrecimiento de la extremidad perdida. Las células humanas también responden al ácido retinoico en el desarrollo temprano, pero después del nacimiento, pierden esa sensibilidad. Cuando una extremidad se lesiona, el cuerpo produce tejido cicatricial, pero no regenera la parte faltante.
La regeneración de extremidades humanas podría estar aún muy fuera del alcance de la tecnología biomédica actual. Sin embargo, las investigaciones con ajolotes sugieren que la regeneración podría no requerir añadir ni eliminar genes en absoluto. Basta con estimular el potencial de crecimiento que ya existe en la célula. Comprender cómo funciona el ácido retinoico para indicar a la célula que crezca y qué genes se activan o desactivan durante el proceso de regeneración puede ayudar a los investigadores a desarrollar nuevos tratamientos para sanar heridas y prevenir cicatrices.
La tradición judía enseña que en el tiempo de Tejiat HaMetim, la resurrección de los muertos, el cuerpo se reconstruirá a partir de un pequeño hueso indestructible en la base del cráneo llamado "luz" . Está escrito que este hueso permanece intacto, incluso después de que todas las demás partes del cuerpo se descomponen, llevando en su interior la huella espiritual y física completa de la persona. Cuando llegue el Mashíaj, Hashem enviará un rocío especial del cielo y revivirá a los muertos.
El Midrash (Ialkut Shimoni Remez 431) dice: "Quien se involucra en el rocío de la Torá, el rocío de la Torá lo revivirá". ¿Por qué el rocío? El Jasidismo explica que, a diferencia de la lluvia, que depende del mérito humano, el rocío es constante y nunca se detiene. El "rocío" de la Torá se refiere a su dimensión interior -Pnimiut HaTorá-, que toca la esencia del alma, esa parte de nosotros que siempre está conectada con Hashem.
Cuando este punto interior se despierta, nada puede obstruirlo: Ni el pecado, ni el sufrimiento, ni siquiera la muerte. Por eso, la Resurrección llegará a través del rocío de la Torá, mediante un nivel de luz Divina que traspasa todas las barreras. La capacidad de regenerarse, ya sea biológica o espiritualmente, depende de este núcleo interior que permanece intacto y responde a la señal Divina original.
Puede que la ciencia aún esté lejos de restaurar las extremidades humanas, pero en el resplandor del ajolote, vislumbramos una verdad que la Torá ha enseñado durante milenios: Dentro de cada ser creado yace una chispa indestructible, un punto desde el cual, algún día, la vida será restaurada. La clave para alcanzar este estado es el estudio de las dimensiones internas de la Torá, que prepara nuestra mente, corazón e incluso nuestro cuerpo físico para la futura revelación.
