Durante décadas, los astrónomos se enfrentaron a un misterio desconcertante: Casi la mitad de la materia ordinaria del universo parecía estar ausente. No hablamos de materia oscura ni de energía oscura, que no se pueden ver, pero de la que se infieren los efectos gravitacionales. Hablamos de materia real, las partículas nucleares llamadas bariones, que incluyen los protones y neutrones que componen las estrellas, los planetas y toda la materia sólida. Sin embargo, cuando los científicos sumaron todo lo que pudieron observar (estrellas, gas y polvo), aún representaba menos del 10% de la cantidad de materia que se esperaba encontrar.
Resulta que toda la materia desaparecida yacía oculta en la niebla entre las galaxias. Para detectarla, los científicos utilizaron destellos de milisegundos de duración llamados ráfagas rápidas de radio (FRB), breves pero potentes pulsos de energía provenientes del espacio profundo. A medida que las FRB viajan por el espacio, su velocidad disminuye ligeramente, dependiendo de la cantidad de gas y polvo que encuentren en su camino. En un nuevo estudio publicado en Nature Astronomy, científicos informan que, al medir esta dispersión, pudieron "pesar" la niebla invisible entre las galaxias.
Los resultados fueron esclarecedores: Alrededor del 76 % de la materia ordinaria del universo existe como gas caliente de baja densidad, flotando entre las galaxias. Otro 15 % se encuentra en los halos que rodean las galaxias, y solo una pequeña fracción reside en estrellas y planetas.
Este descubrimiento no solo transforma nuestra comprensión del cosmos. Refleja algo profundo en el alma humana.
Gran parte de lo que realmente moldea nuestras vidas, -nuestra esencia, nuestro propósito y nuestra identidad-, no puede ser detectado directamente por nuestros sentidos. No siempre se manifiesta en las experiencias cotidianas. Existe en los espacios profundos y tranquilos de nuestra alma.
Sin embargo, entonces, algo deslumbra. Un momento de Teshuvá, una oración profunda o una repentina ola de temor o amor. Estos momentos no duran mucho, pero aun así lo iluminan todo. A través de estos destellos, la estructura espiritual oculta de nuestras vidas se aclara.
El Jasidismo nos enseña que cada persona lleva una chispa Divina en lo profundo de su ser. Como describe el Tania, el amor oculto del judío por Hashem, permanece latente hasta que algo lo despierta. Entonces, como una señal cósmica, nos reconecta inmediatamente con nuestra fuente.
Cuando llegue el Mashíaj, Hashem eliminará el espíritu de impureza de la tierra. La niebla de la confusión espiritual se disipará y el mal se disipará como una nube pasajera. El mundo ya no estará definido por la oscuridad, sino que será iluminado por la verdad de la Divinidad. Entonces, la chispa dentro de cada uno de nosotros se revelará y servirá como fuente de luz eterna.
